Practicar lo que se predica
Comencé a leerles la Biblia a mis hijos cuando el menor, Xavier, empezó el jardín de infantes. Buscaba momentos apropiados y compartía versículos que se aplicaban a las circunstancias, y los alentaba a orar conmigo. Xavier los memorizaba fácilmente, y si nos encontrábamos en una situación en que necesitábamos sabiduría, citaba aquellos que arrojaban luz sobre la verdad de Dios.
Fe resiliente
Las dunas que crecían junto a la ribera del Lago Silver hacían que las casas cercanas corrieran el riesgo de hundirse en la arena. Aunque los residentes trataban de mover los montículos en un esfuerzo por proteger sus hogares, observaban desesperados cómo sus casas bien construidas quedaban sepultadas delante de sus ojos. Cuando un oficial local vio que limpiaban una cabaña recientemente destruida, afirmó que el proceso no podría haberse evitado. Por más que los dueños de las casas intentaran evadir los peligros de estos terraplenes inestables, las dunas no brindaban un cimiento firme.
¿Qué eres?
Cuando entré a la heladería con mi hijito mestizo de cinco años, el hombre detrás del mostrador me miró y luego se quedó mirándolo fijo a él. «¿Qué eres?».
Verdadera identidad
Mientras mi amiga miraba las fotos que le había tomado, señalaba los rasgos físicos que consideraba imperfecciones. Le pedí que mirara más de cerca. «Veo a una hija hermosa y amada del Rey de reyes —observé—. Veo a alguien que ama a Dios y a otros, cuya bondad, generosidad y fidelidad han marcado una diferencia en muchas vidas». Cuando noté que se le llenaban los ojos de lágrimas, exclamé: «¡Creo que necesitas una tiara!». Más tarde, elegimos la corona perfecta para mi amiga, para que jamás olvidara su verdadera identidad.
Compartir la esperanza
Mientras Ema compartía cómo había abrazado su identidad como hija amada de Dios, entrelazaba pasajes bíblicos en nuestra conversación. Casi no podía darme cuenta de dónde la joven dejaba de expresar sus palabras y comenzaba a citar las palabras de Dios. Cuando la elogié por parecer una Biblia andante, frunció el ceño, ya que no había citado intencionalmente los versículos. La lectura diaria de la Escritura y la sabiduría que esta contiene se habían vuelto parte de su vocabulario cotidiano. Pero Ema no es la única así.
Vivir para servir
Cuando Chelsea, de diez años, recibió un elaborado set de arte, descubrió que Dios usaba el arte para ayudarla a sentirse mejor si estaba triste. Al enterarse de que algunos chicos no disponían de esos elementos, quiso ayudarlos. Entonces, cuando invitó a sus amigos a su fiesta de cumpleaños, les pidió que no le llevaran regalos, sino que donaran artículos de arte y ayudaran a llenar cajas para los niños necesitados.
Dondequiera que adoremos
Un dolor de cabeza y cuerpo intenso y debilitante me impidió asistir a la reunión en mi iglesia… otra vez. Lamentando perderme la adoración comunitaria, miré el mensaje en línea. Al principio, la pobre calidad del sonido y el video me amargaron, pero luego, una voz entonó un himno conocido, y las lágrimas me brotaron mientras cantaba: «Sé tú mi visión, oh Señor de mi corazón. […] Mi mejor pensamiento de día y de noche. Despierto o durmiendo, tu presencia es mi luz». Enfocada en la presencia constante de Dios, lo adoré estando en mi casa.
Dios sabe lo que sentimos
Silvia se sentía abrumada ante la lucha de su hijo con las adicciones. «¿Dios pensará que no tengo fe porque no puedo parar de llorar cuando oro?», preguntó.
Un gran final
Mi esposo y mi hijo estaban haciendo zapeo, y descubrieron que sus películas favoritas ya habían comenzado. Mientras disfrutaban viendo las escenas finales, la búsqueda se transformó en un juego. Se las arreglaron para encontrar ocho de sus películas preferidas. Frustrada, pregunté por qué no elegían una para mirar desde el principio. Mi esposo se rio. «¿A quién no le gusta un gran final?».
Accesible para todos
Desde un puente con ventana de cristal en la pequeña isla caribeña de Eleuthera, los turistas pueden admirar el contraste entre las agitadas aguas azules del Atlántico y las aguas calmadas y turquesas del Mar Caribe. A este puente se lo conoce como «el lugar más angosto de la tierra».